domingo, 6 de marzo de 2011

ENTRENANDO.

Yo entreno, tú entrenas, él entrena…


Los que sentimos esto de montar en bicicleta como una forma de vivir, casi como una filosofía, solemos permanecer al margen de los círculos viciosos en los que algunos se ven encerrados. No lo entiendo, debo reconocer que acepto que sea así, pero no comparto eso de los momentos de plena forma, fin de temporada, peso ideal… llevo más de 10 años montando en bici de manera habitual y cada vez me gusta más; entrar en la disciplina de los ciclos, zonas aeróbicas, trabajar la potencia, el fondo… no entra en ningún calendario establecido en mi rutina cotidiana.

Que nadie piense que estoy en contra de algunos metódicos como Chema Arguedas y sus postulados, es más, creo que es imprescindible que todo el que monta en bici sea capaz de controlar su estado de forma: conociéndose y programando los entrenamientos es como se llega a despreocuparse del día a día. Lo que no me parece sensato es quedarse anclado en esa fase: la del entrenamiento técnico a ultranza, porque entonces los objetivos pasan a formar parte de una escena secundaria. Hay que aprender a regular la bici a nuestra medida, ordenar nuestra dieta, optimizar el pedaleo, controlar los desarrollos con los que mejor subimos puertos, mejorar la conducción en los descensos más ratoneros, saber pedalear con el pulsómetro como patrón… pero, por encima de todo, hay que disfrutar de la bicicleta y tener el suficiente control como para, en plena subida al Galibier, pararse en una curva, olvidarse del pulsómetro y del tiempo que vamos a emplear en llegar a la cumbre y disfrutar durante un tiempo infinito de esos paisajes hasta los que hemos llegado a lomos de nuestra querida bicicleta.

Los objetivos

Llega un momento en el que, casi de forma intuitiva, sabemos qué es lo que tenemos que hacer si esa temporada se nos ha puesto entre ceja y ceja la Marmotte, la Maratona de los Dolomitas o nuestra querida Quebrantahuesos. La primera vez que te enfrentas a uno de estos retos todo son nervios y despropósitos pero, si evolucionas en el cicloturismo de la forma adecuada, sencillamente se convertirán en parte de la rutina de hacer kilómetros: unas veces por los alrededores de tu domicilio, otras en una marcha organizada a un centenar de kilómetros de tu zona habitual y, con un poco de fortuna… otras por los Alpes. Pero, salvo que te dediques a la competición o estés obsesionado con batir algún récord, no será necesario que conviertas en entrenamiento en el epicentro de tus pesadillas.

El entrenamiento invisible

Comenzaba diciendo que llegamos a convertir el ciclismo en una filosofía de vida y, en ese marco, adaptamos nuestro día a día a esa afición que nos motiva para todo. La bicicleta nos enseña a disfrutar, a sufrir, a compartir el esfuerzo… a vivir y, sin darnos cuenta, adaptamos todos los gestos cotidianos a los de una persona que pretende mantenerse siempre en forma. Subir la escalera corriendo en lugar de caminando, acelerar el paso por la calle, evitar el uso de transportes motorizados para las labores más cotidianas, cambiar los hábitos de comida para disponer de la mejor energía de reserva, organizarse las actividades y las horas de descanso, darle prioridad a la práctica del deporte por encima de otras actividades de ocio… el mejor entrenamiento es el que dura 24 horas cada día, es el entrenamiento invisible: si lo llevas a cabo nunca batirás récords, pero tu cuerpo y tu mente (motivación y proyectos) siempre estarán entrenados para que disfrutes al máximo de la bicicleta.