sábado, 6 de marzo de 2010

INVISIBLES.

Aunque muchos de vosotros me ganáis sobradamente en experiencia sobre la bici, hace ya unos cuantos años que ruedo por las carreteras.

Durante estos años, como también os habrá pasado a vosotros, he tenido mis sustos más o menos importantes sobre la bicicleta por culpa de algún conductor. He reflexionado mucho sobre las causas de esos sustos. Independientemente de la frecuencia y gravedad, lo que más me llama la atención es que el perfil del conductor con el que entramos en conflicto es muy variado: desde el chaval joven que va por ahí arrasando por la carretera con su "buga", hasta el conductor profesional ("furgoneteros", camioneros, taxistas...), pasando por mujeres y hombres de todas las edades...

La conclusión a la que he llegado es que la gran mayoría de los accidentes o percances que sufrimos sobre la bici se debe a que los conductores sencillamente no nos ven. No quiero decir que no nos vean físicamente; sino que, a pesar de vernos, no somos lo suficientemente importantes (mejor diría contundentes) como para obligar al conductor a aminorar la marcha o desplazarse ese metro y medio a la izquierda al que le obliga el código de circulación cuando adelantan a un ciclista.

Para quien piense que me estoy metiendo en un galimatías pondré un ejemplo. Somos tan visibles para los conductores como los múltiples conejos, ratas o perros que vemos muertos en las cunetas de las carreteras. No creo que esté exagerando... nadie quiere atropellar a esos animales, pero muchas veces pensamos que su existencia no merece un volantazo que podría tener malas consecuencias. Con los ciclistas paso algo parecido; nadie nos quiere hacer daño pero podemos molestar su marcha, su velocidad constante, su trazada... sencillamente para un vehículo no representamos ningún peligro. ¡En resumen, no nos ven, no tienen por qué vernos!

Recuerdo perfectamente que una vez, en plena rampa del 10 por ciento, tuve que poner pie a tierra porque una señora quiso salir de su garaje justo en el momento en que iba a pasar en bici. Estaba tan encima de su coche que no pude desviarme y me tuve que parar. Y no es que la señora no hubiese mirado, lo había hecho en sendas ocasiones y a ambos lados y seguro que me vio; pero imagino que al no detectar ni coches, ni camiones, ni motocicletas su mecanismo mental le dijo "adelante, no hay peligro"... me acababa de convertir en uno de esos ratoncillos que no tienen por qué impedir la marcha de un vehículo; en un ser invisible de facto.

Conozco gente que se quejan mucho de que los ciclistas son imprudentes, que no circulan suficientemente por la derecha, de que van en grupos muy numerosos, de que se saltan los semáforos en rojo y los stops... Sé que eso es cierto, pero no entiendo a dónde se quiere llegar con tal argumentación: ¿qué pasa, que si no se circula por la derecha se puede atropellar al ciclista? Este absurdo lo combato preguntando a mi quejoso interlocutor si es que él, como peatón, jamás ha cruzado una calle con el semáforo en rojo o si nunca ha cruzado una carretera por donde no estaba el paso de cebra y si es que piensa que esa temeridad le da derecho a alguien a poderle atropellar o a darle un "sustillo" a ver si escarmienta. En estos casos, al parecer, los peatones, son más visibles (en este caso, menos odiados) que los ciclistas.

Habrá que pensar en alguna manera de solucionar este problema de la invisibilidad... aunque mucho me temo que no bastará con agrandar los reflectantes.

Hay formas de intentar dejar de ser invisibles(en el foro MTB),en la sección de compras conjuntas se esta organizando precisamente eso un mallot y cullotte con el que dejar de ser invisible y reivindicar nuestra seguridad,el hilo es empezamos con esto.Espero que muchos participéis en la idea yo ya estoy apuntado.